domingo, 4 de diciembre de 2011

Cuento Navideño

Aquí tenéis un cuento relacionado con la Navidad. Con este relato vamos a conocer la importancia de apreciar los regalos que recibimos, sean o no de nuestro gusto.   

Un Regalo de Navidad


En una pequeña ciudad había una sola tienda que vendía árboles de Navidad. Allí se podían encontrar árboles de todos los tamaños, formas y colores.

El dueño de la tienda había organizado un concurso para premiar al arbolito más bonito y mejor decorado del año y lo mejor de todo es que sería el mismo Papá Noel quien iba a entregar el premio el día de Navidad.

Todos los niños de la ciudad querían ser premiados por Santa Claus y acudieron a la tienda a comprar su árbol para decorarlo y poder concursar.

Por su parte, los arbolitos se emocionaban mucho al ver a los niños y decididos a ser el elegido, les gritaban: ¡A mí... a mí... mírame a mí!
Cada vez que entraba un niño a la tienda era igual, los arbolitos comenzaban a esforzarse por llamar la atención y lograr ser escogidos. Se oía en toda la tienda:
-¡A mí que soy grande!... 
-¡No no a mí que soy gordito!...  
-¡A mí que soy de chocolate!...  
-¡A mí que puedo hablar!

Pasando los días, la tienda se fue quedando sin arbolitos y sólo se escuchaba la voz de un arbolito que decía: 
-A mí, a mí... que soy el más chiquito.

A la tienda llegó, casi en vísperas de Navidad, una pareja muy elegante que quería comprar un arbolito.
El dueño de la tienda les informó que el único árbol de Navidad que le quedaba era uno muy pequeñito. Sin importarles el tamaño, la pareja decidió llevárselo.

El arbolito pequeño se alegró mucho, al fin, alguien lo iba a poder decorar para Navidad y podría participar en el concurso.

Al llegar a la casa donde vivía la pareja, el arbolito se sorprendió: 
-¿Cómo siendo tan pequeño, podré lucir ante tanta belleza y majestuosidad?

Una vez que la pareja entra a la casa, comenzaron a llamar a la hija: 
-¡Elena!... ven... ¡hija!... te tenemos una sorpresa. 
 El arbolito escuchó unas rápidas pisadas provenientes del piso de arriba.
Su corazoncito empezó a latir con fuerza. Estaba dichoso de poder hacer feliz a una linda niñita.

Al bajar la niña, el pequeño arbolito, se impresionó de la reacción de ésta: 
- ¿Esto es mi arbolito?... Yo quería un árbol grande, frondoso, enorme hasta el cielo para decorarlo con miles de luces y bolitas. ¿Cómo voy a ganar el concurso con este arbolito enano? -dijo la niña entre llantos.
- Elena, era el único arbolito que quedaba en la tienda -le explicó su padre.
- ¡NO LO QUIERO!...es muy pequeño... ¡NO LO QUIERO! -gritaba furiosa la niña.

Los padres, desilusionados, tomaron al pequeño arbolito y lo llevaron de regreso a la tienda. El arbolito estaba triste porque la niña no lo había querido pero tenía la esperanza de que alguien viniera a por él y podrían decorarlo a tiempo para la Navidad. 

Unas horas más tarde, se escuchó que abrían la puerta de la tienda.
-¡A mí... a mí... que soy el más chiquito! -gritaba el arbolito lleno de felicidad. 

Era una pareja fuerte, de grandes mofletes colorados y con unas manos muy grandes. 
El señor de la tienda les informó que el único árbol que le quedaba era aquel pequeñito de la ventana. La pareja tomó al arbolito y sin darle importancia a su tamaño, se marchó con él.

Cuando llegaron a casa, el arbolito vio como salían a su encuentro dos niños  que gritaban: 
-¿Lo encontraste papi?... 
-¿Es cómo te lo pedimos mami? 

Al bajar los padres del coche, los niños fueron corriendo a ver al pequeño arbolito.
¿Y qué creéis que pasó después? 
Pues los niños se alegraron mucho porque, aunque era un árbol pequeñito, podía lucir igual de bonito que los demás árboles si lo decoraban con amor y alegría. 
Finalmente, presentaron al pequeño arbolito al concurso y... ¡LO GANARON!, a pesar de que todos los árboles que se presentaron al concurso eran muy bonitos y estaban muy bien decorados.

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